Nos acercamos a uno de los que tienen sus mercaderías en el suelo para preguntar si los inspectores no pasan por ahí para señalarles que es prohibido tener puestos de venta en ese lugar y nos respondieron con mala gana “ha upearángo la ropaga” (y para eso pagamos), para luego rematar con un “ndaipori oremoséará koagui kapelú” (no existe persona que nos eche de aquí amigo).
Lo cierto y lo concreto es que, si es verdad que pagan el canon por utilizar el espacio público “prohibido” es la propia municipalidad la que alienta a que se violen las ordenanzas municipales vigentes en la ciudad permitiendo que el mercado sea cada vez mas grande.