“Obras son amores”, dice un conocido refrán del mundo político, y en parte es cierto, al menos si llevamos en cuenta aquello de “todo entra por los ojos”. Hasta ahí, pareciera una descripción bastante acertada de la administración municipal de Felipe Salomón, que no escatimó esfuerzos en recorrer ministerios y binacionales para conseguir algunas obras que hoy embellecen ciertos sectores de la ciudad. Sin embargo, hay dos problemas que afectan profundamente a quienes salimos a trabajar todos los días, y que no solo no se solucionan, sino que empeoran con el tiempo: el sistema de transporte interno de pasajeros y el caótico, infernal tránsito automotor.
Es justo reconocer algunas obras visibles: la ciclovía, la remodelación parcial del cementerio municipal, el arreglo de algunas plazas, entre otras. También hay proyectos que apenas arrancaron —o que todavía existen solo en papeles— como el arreglo de la avenida Avelino Martínez, el Parque Ykua Pa’i o la limpieza del arroyo San Lorenzo, aunque este último es más maquillaje que solución real: se limpia lo que se ve desde la calle, pero el fondo sigue sucio y, con cada lluvia, las casas, calles y avenidas seguirán inundándose.
Pero volvamos a lo que realmente nos afecta en el día a día: el calvario de viajar en colectivo y el estrés permanente del tránsito. Es increíble cómo la situación del transporte interno parece no figurar en la agenda municipal. Seguimos viendo los mismos colectivos viejos, inseguros, corriendo como locos por las calles, con choferes que maltratan a los pasajeros, sin control alguno por parte de la PMT.
Y del tránsito ya ni hablemos. No hay hora del día en que San Lorenzo no sea un cuello de botella. No solo sufrimos quienes vivimos acá, sino también miles de personas que están obligadas a cruzar la ciudad para ir o volver del trabajo. Es un tormento diario que se va volviendo más insoportable con el tiempo.
En el caso del transporte de pasajeros, los empresarios hacen lo que quieren, se burlan de la ciudadanía, de las autoridades municipales y de todo aquel que tenga la mala suerte de cruzarse con una de sus chatarras. Y lo más irónico es que tenemos un concejal, Pedro Martínez, que es empresario del transporte, pero a juzgar por su inacción, pareciera que lo único que le interesa es que no le toquen su negocio. Usa, como se dice en guaraní, “lente hú”, para no ver lo que no quiere.
En cuanto al tránsito, está claro que aumentar la dotación de PMT no resuelve nada. Y empedrar o asfaltar calles en los barrios tampoco es la solución de fondo. Al contrario, parece que el problema crece a la par del parque automotor, mientras la planificación vial brilla por su ausencia.
Entonces me pregunto —y sé que no soy el único—: ¿Tiene esta administración municipal algún plan serio y realista para solucionar de una vez por todas estos dos problemas fundamentales? ¿O los sanlorenzanos nos vamos a conformar con ciclovías, plazas y un cementerio bonito, mientras seguimos sufriendo el pésimo sistema de transporte interno y el cada vez más insoportable caos del tránsito?
