La importancia de la actividad física y su prescripción

El cuerpo humano está diseñado para el movimiento y la práctica de actividad física. Sin embargo, en la actualidad vemos cómo se ha relegado esta práctica debido a factores sociales y laborales. Cada vez hay menos tiempo para realizar ejercicios y esto genera un aumento de la población sedentaria.

Al respecto, la licenciada Ruth Ortiz Sandoval, kinesióloga del Departamento de de Kinesiología y Fisioterapia de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNA, explicó que el sedentarismo predispone a padecer enfermedades crónicas, por lo que recomienda la realización de actividad física porque contribuye a regular el estado de salud y al control de los factores de riesgo cardiovasculares.

“Los profesionales de salud tenemos la responsabilidad asistencial y de asesoramiento para conseguir cambios a largo plazo, en el estilo de vida de los individuos”, dijo.

Agregó que la prescripción de ejercicio varía en función de los intereses individuales, el estado de salud y el entorno de la persona. Por ejemplo, la persona con factores de riesgo debe tener el apto médico para la realización de ejercicios.

“La prescripción debe ser individualizada e incluir el tipo de ejercicio más adecuado, la intensidad, duración, frecuencia y progresión. Siempre la prescripción de ejercicio físico debe adaptarse en función del nivel inicial de aptitud física”, subrayó.

Son múltiples los beneficios clínicos demostrados de la actividad física, entre ellos se pueden citar: aumento de la esperanza de vida, mayor tolerancia al esfuerzo físico, aumento de la densidad ósea, mejora de la autoestima.

Las actividades pueden ser de bajo o alto impacto. Ejemplos comunes de bajo impacto son las actividades como: caminar, bicicleta estática, natación o hidrogimnasia (ideal para el clima de la temporada).

En los individuos con baja condición física, la intensidad inicial será baja al igual que la duración de las sesiones de entrenamiento: 10 a 20 minutos, para ir aumentando gradualmente a medida que se habitúe a la actividad regular y mejore la resistencia cardiovascular. La frecuencia recomendada es de 3 a 5 días por semana.

Asimismo advirtió que entrenar menos de 2 días a la semana no produce cambios significativos. “De ahí la importancia de seguir las recomendaciones e ir avanzando progresivamente hasta que ellos mismos sientan que la actividad física forma parte de su estilo de vida”, recalcó la kinesióloga.

En tanto que para la mayoría de los adultos se recomiendan programas de entrenamiento de moderada intensidad y larga duración, prescrita siempre por un profesional kinesiólogo. “Esto debido a que gran proporción de la población adulta es sedentaria y posee al menos un factor de riesgo de enfermedad cardiovascular”, concluyó.

Fuente: Dpto. de Comunicación Social de la FCM-UNA