Canibalismo y decapitaciones en cárceles de Brasil

Por Claudia Meaurio
Casi dos años le llevóal fiscal brasileño Gilberto Câmara França Júnior, comprender lo que había sucedido en la celda uno del bloque C del penal de Pedrinhas, en el estado de Maranhão. Cuando finalmente se logró descifrar el rompecabezas, se encontró con una escena que jamás había visto en sus 18 años de carrera profesional: “Te pone contra la propia condición humana”, señala a BBC Mundo.
La investigación del hecho acontecido determinó que el recluso Edson Carlos Mesquita da Silva fue asesinado por otros presidiarios de esa cárcel del noreste brasileño, en diciembre de 2013. En tanto que su cuerpo lo cortaron en 59 pedazos, lo salaron para posteriormente esparcirlo por el penal en bolsas de basura Entre los restos hallados días después faltaba el hígado.
França Júnior menciona además que en base al relato de un testimonio que mantienen bajo reserva a modo de garantizar la protección de la persona, el hígado que no fue hallado lo habrían “asado, dividido entre los presos y comido”.
La denuncia pertinente fue presentada a la justicia del país vecino el mes pasado, señalando a siete autores materiales o intelectuales del homicidio, miembros de un grupo pequeño pero temido en esa cárcel, denominado “Ángeles de la Muerte”.
Muchos se preguntaron cuál fue el motivo desencadenante para semejante crimen, el fiscal por su parte explicó que tan solo un “roce” de la víctima con otro preso y con uno de los líderes de esa facción, fue el factor determinante para que acaben son él.
Asimismo mencionó el profesional que poseen sospechas de que se produjeron otros hechos de canibalismo en el mismo penal, sin embargo el juzgamiento del único caso que presenta evidencia concreta se ha demorado por una huelga judicial local.
Este hecho en particular se volvió una muestra del lado más atroz de las correccionales brasileñas, en donde grupos criminales han impuesto reglas y castigos que giran en torno a decapitaciones, linchamientos y violaciones colectivas.
Las denuncias registradas hasta el momento, llaman la atención incluso en una región con difíciles problemas carcelarios, y exponen a Brasil al riesgo de travesar su primera condena por parte de la Corte Interamericana de Derechos Humanos por la situación en la que se encuentran sus celdas.
El director general del Departamento Penitenciario Nacional (Depen) brasileño, Renatto De Vitto, en declaraciones a BBC Mundo, indicó que “Hay una posibilidad, sí, de condena”.
Muchas personas coinciden en que las complicaciones carcelarias de Brasil se deben en gran medida al hacinamiento de sus celdas, pues el número de presos en el país ascendió a 575% en los últimos 25 años (1990-2014), respectivamente según cifras del Depen, un órgano vinculado al ministerio brasileño de Justicia.
El gigante sudamericano posee en la actualidad 607.731 detenidos, sin embargo sus prisiones tienen capacidad para aproximadamente 377.000 reclusos, es decir que la tasa de ocupación alcanza el 161%.
Brasil es el país con mayor población carcelaria de América Latina y el cuarto a nivel mundial, detrás de Estados Unidos, China y Rusia, respectivamente.”Ese aumento progresivo en las prisiones trae una serie de problemas de gestión, favoreciendo incluso la consolidación de facciones criminales”, mencionó De Vitto.
Sostuvo además que “el número de muertes violentas en los presidios es seis veces mayor que la media nacional de homicidios, que ya es bastante elevada”.
José Eduardo Cardozo, ministro brasileño de Justicia, expresó a comienzos de este mes que los penales del país son “mazmorras medievales”. Un tiempo atrás había comentado que prefería morir antes que ser encerrado en uno de ellos.
La pesadilla resulta real para quienes tienen que cumplir penas en las cárceles brasileñas, tal cual como le sucedió a João Luis Francisco da Silva, que estuvo preso cuatro años y cinco meses en Río de Janeiro por un fraude con tarjetas de crédito.
Silva, de 33 años, menciona que presenció desde abusos cometidos por funcionarios hasta una golpiza mortal a un recluso por haberle robado a otro en el 2012.El castigo en cuestión se originó desde un tribunal paralelo formado por los “dueños” de la cárcel: jefes de grupos que dominan el lugar e imponen sus reglas.
“Cuando desobedeces el reglamento, son ellos los que juzgan y ejecutan”, cuenta Silva, quien recuperó la libertad el año pasado y actualmente trabaja para la ONG carioca Rio de Paz. Finalmente sostuvo que “En algunos casos la sentencia es realmente la muerte”.