El amanecer del domingo pasado no fue como otros fines de semana en el Brasil ya que despertó conmocionado con imágenes dramáticas de más de doscientos cuerpos sin vida de jóvenes universitarios, víctimas de una tragedia que deja muchas interrogantes en cuanto a responsabilidades del incendio.
Las chispas alcanzaron la espuma de aislamiento acústico que tienen las discotecas en el techo del establecimiento y, aunque los músicos intentaron apagar el fuego, primero con agua y luego con un extintor de incendios que no funcionó, las llamas se multiplicaron rápidamente.
Según testigos, el incendio provocó pánico y muchas personas no consiguieron alcanzar la única salida del local, que tiene capacidad para 2.000 personas.
La fiesta que terminó en con 233 jóvenes muertos y más de cien heridos hospitalizados fue organizada por estudiantes de varias carreras de la Universidad Federal de Santa María (UFSM).
Algunas personas intentaron protegerse del incendio en los baños de la discoteca, los cuales se derrumbaron, por lo tanto, se realizan búsquedas con perros policía para verificar si se encuentran cuerpos bajo los escombros.
El alto número de víctimas, gran parte de las cuales murió pisoteada o por asfixia, obligó a concentrar los cuerpos en el centro deportivo de Santa María, un gimnasio cubierto adonde eran trasladados en camiones.
Para facilitar la identificación, los documentos personales y los teléfonos celulares que sonaron varias horas durante la mañana fueron colocados sobre los cuerpos sin vida.
Sobrevivientes relataron que uno de los factores que dificultó la salida de los jóvenes fue la existencia de una sola puerta de salida.
Otros afirmaron también que personal de seguridad impidió por algunos minutos que los asistentes dejaran el lugar, ya que pensaron que la confusión era ocasionada por una pelea que algunos aprovechaban para salir sin pagar la cuenta.
Informaciones del Cuerpo de Bomberos indican que el permiso de funcionamiento de la discoteca estaba vencido desde agosto de 2012.
Escenas de desesperación y dolor de los parientes y amigos obligaron a montar una amplia operación de asistencia médica y psicológica en Santa María, una ciudad universitaria ubicada unos 300 kilómetros al oeste de Porto Alegre, con una población de 260.000 habitantes.
Guido Ramón Brítez Burró, de 21 años paraguayo del barrio Trinidad de Asunción, es una de las 232 víctimas fatales del incendio que se produjo en la madrugada de ayer. Guido estudiaba Zootecnia en la Universidad del Estado de Santa Catarina (UDESC).